Mientras tanto

No recordaba con precisión cómo se hinchaba de dolor el pecho al extrañar a alguien que se fue. Hacía mucho tiempo que no tenía esa extraña sensación de que nunca me iba a recuperar, de que nunca iba a superar. En algún momento, por puro dramatismo, me había intentado convencer de que si se terminaba, iba a estar preparada para el proceso inevitable; pero la realidad es que llega inesperadamente y tiene un impacto imprevisto, incalculable, insólito. Ensordecedor.

No sirve ni el recuerdo de lo bueno, ni de lo malo. No sirve evitar los espacios compartidos, ni los chistes en común. No sirve el desprecio, no sirve la idealización. Nada sirve, y todo sirve al mismo tiempo. La contradicción del adiós es inmensa. No es costumbre, tampoco miedo a estar sola. Es ver flotar y abandonar tu cuerpo una pieza importante, o varias, como si de golpe fueras un rompecabezas y te empezaras a desarmar. Y en la desesperación del abandono, tratas de alcanzar esas piezas pero tu cuerpo sigue quieto. Te paralizas.

Te paraliza el miedo de ser rechazado, te paraliza no respetar ese abandono. Te paraliza también la culpa, aunque tu voz interior te diga que no la tenés. Te paralizan los traumas, lo aprendido, la huella que dejaron otras piezas. Y aprendes a vivir paralizado durante algún tiempo, hasta que te convences de que esas piezas no van a volver y que es tu trabajo reconstruirlas. Aceptas seguir adelante, y reconstruir tu espíritu.

Pero hagas lo que hagas, seguís amando.
Y mientras te reconstruis ese amor queda atorado en el pecho, esperando un movimiento. Se niega a abandonarte, se niega a apagarse. Queda ahí, fingiendo ser minúsculo, pasando desapercibido.

Y un día hacés todo para que se vaya, y cuando empieza a rendirse, de repente haces todo para que se quede. No te quiero perder, pero dejame reconstruirme. Dejame que te prometa un significado, quizás más adelante puedas brillar de nuevo. Hoy quiero luchar por vos, pero estoy paralizada. Dame tiempo.

Pero el tiempo siempre fue mi mayor miedo. Pensé que era la oscuridad, la muerte, lo desconocido. Pero no. Mi mayor miedo es la medida del tiempo. ¿Cuánto falta para que esto sane? ¿Cuánto falta para dejar de soñarte, noches enteras? Nunca sé cuánto falta.

Mientras tanto, seguiré flotando, mientras veo esas piezas abandonar mi cuerpo. Mientras tanto, tu amor estancando en mi pecho. Mientras tanto, tu voz, amurada en mi corazón para siempre.

Mientras tanto.

Entre disparos y ¿consuelo? parte II.

te dejo ir
para que no me lleves
evito el arrastre
la inevitable tragedia
de mi confianza
aniquilada,
de mi transparencia
tocando fondo.

¿evolución?
evolución es esto,
el dolor
la transformación
abrazar mis pedazos
volar entre lágrimas
besarme
y perdonarme
por morir en el deseo
de tu insospechable sombra.

y no alcanzó el consuelo,
ni la ingenuidad del disparo
pues me tocó caer de nuevo
más no en tus brazos.

caí sobre mi fuego
el que me salvó
y siempre me salvará
de las almas perdidas,
del espíritu anulado
del monstruo negador.

lo que viene es mejor
y el arma ahora es mía.